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martes, 9 de octubre de 2012

La muñeca okiku

Una muñeca misteriosa poseída por el espíritu de una niña ha capturado la curiosidad de las personas por todo Japón por décadas. La legendaria muñeca Okiku, llamada así por la niña que hace mucho tiempo solía jugar con ella, es una muñeca de porcelana vestida de kimono y de 40 centímetros y ojos negros... y cabello que crece.
La muñeca Okiku ha residido en el templo Mannenji en el pueblo de Iwamizawa (de la prefectura Hokkaido) desde 1938. Según los cuidadores del templo, al principio la tradicional muñeca tenía el cabello corto, pero con el tiempo ha crecido hasta 25 centímetros hasta sus rodillas. Aunque el cabello es cortado periódicamente, dicen que sigue creciendo.
Según cuenta la historia, la muñeca fue comprada originalmente en 1918 por un chico de 17 años llamado Eikichi Suzuki mientras visitaba Sapporo por una exhibición marina. Compró la muñeca en Tanuki-koji (La más famosa calle de compras de Sapporo) como un recuerdo para su hermanita de 2 años, Okiku. La niñita adoraba su muñeca y jugaba con ella todos los días, pero al siguiente año, la niña murió repentinamente por un resfriado. La familia puso la muñeca en el altar casero y le rezaba diariamente en memoria de Okiku.
Un tiempo después, notaron que el cabello comenzó a crecer. Este hecho fue aceptado como una señal de que el espíritu sin descanso de la niña había tomado refugio en la muñeca.
En 1938, la familia Suzuki se mudó a Sakhalin, y pusieron a la muñeca al cuidado en el templo Mannenji, donde se ha mantenido desde entonces.
Nadie ha podido explicar detalladamente por qué los cabellos de la muñeca siguen creciendo. De todas formas, un examen científico de la muñeca supuestamente concluyó que los cabellos eran en verdad de una niña.

La historia de los Kasas
Los kasas son una especie de sombrero que llevan los japoneses para resguardarse del frío, son de paja y tienen forma de cono. Otras civilizaciones orientales (como los chinos, los mongoles, ect...) también los usan.
Ahora voy a contar dos historias sobre kasas, la primera se llama: "Kasajizo"
-Había una vez unos ancianos que eran muy pobres. Estaban casi moribundos, y el invierno lo estaban pasando muy mal. Con sus últimos esfuerzos, la mujer hizo unas bufandas para que las vendiera el marido en el mercado. En el camino al mercado, el marido se encontró unos "Jizos" (unas estatuillas de piedra que se usaban para rezar a los niños muertos en el parto). El marido se apiadó de ellos, les quitó la nieve de encima y les puso una bufanda a los cuatro. El marido fué al mercado, pero no tuvo suerte vendiendo las bufandas. Entonces, vio que un vendedor de kasas tenía la misma suerte que el. El vendedor y el marido decidieron intercambiar las bufandas por los kasas, pero el marido siguió sin vender nada. El marido volvía a casa decepcionado, cuando se encontró a los jizos. Vio que volvían a estar cubiertas de nieve y el marido les puso los últimos kasas que le quedaban, a los jizos. Cuando volvió a casa, se sentó al lado de su mujer para decirle lo que había pasado. Pero de repente, los dos oyeron unos golpes en la puerta, y vieron un montón de comida, ropa y otros regalos, mientras veían a los jizos correr de ahí. Eran los regalos de los jizos, por que el marido había sido muy generoso.

FIN

Nemuri Neko
Había una vez un viajero llamado Sakichi, que era muy buen escultor. Cuando llegó a la ciudad de Nikko se hizo de noche, y no tenía ningún refugio dónde pasar la noche. Encontró un hotel dónde se hospedó, y durmió placidamente; pero cuando se dio cuenta, no tenía dinero, pero Sakichi le prometió al hotelero que le haría una estatua de Buda a cambio. Al día siguiente, Sakichi terminó la estatua de Buda, el hotelero se quedó encantado y le dijo a Sakichi:
-Hotelero: ¡Esta escultura es magnífica! Ahora que lo pienso, en este momento están construyendo el santuario de Nikkotoushougu, ¡con lo buen escultor que eres podrías echar una mano en las obras!
-Y así, el hotelero presentó a Sakichi a Jingoro Hidari, un escultor muy famoso, que era el arquitecto de Nikkotoushougu. En ese momento, Sakichi pensó:
-Sakichi: ¡Voy a trabajar con Jingoro Hadiri! ¡Voy a poner todo mi empeño!
-Jingoro se dirigió ante Sakichi y le dijo:
-Jingoro: Espero que seas bueno, pues tu vas a cincelar una estatua de un gato sobre la puerta. Yo mientras voy a cincelar un dragón.
-Sakichi le hechó mucho empeño en cincelar el gato, Jingoro en cincelar el dragón, y los demás obreros en terminar Nikkotoushougu. Al cabo de unos días, terminaron el santuario de Nikkotoushougu. Todos se pusieron muy alegres, y lo celebraron con una gran fiesta y un montón de comida. Después de la fiesta todos estaban muy cansados, y no probaron bocado del rico festín que había; se durmieron directamente. A la mañana siguiente, cuando todos se levantaron ¡vieron que no había ni rastro del montón de comida! Sakichi y Jingoro fueron corriendo a la entrada de Nikkotoushougu, ¡y vieron rastros de comida alrededor de la escultura del gato que fue cincelado por Sakichi!
-Jingoro: ¿Te has comido tú la comida y se la has puesto al gato para encubrirte?
-Sakichi: ¡Yo no he sido!
-Jingoro: Yo tampoco... Posiblemente un espíritu haya poseído al gato y haya hecho que se comiera la comida. Ahora ya se ha ido, ya no hay peligro.
-Entonces llamaron al gato Nemuri Neko, y aún sigue en Nikkotoushougu.

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